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FUNDACIÓN IGNACIA RECORDÓ CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE SU FUNDADORA

Hace un siglo partió de este mundo. Doña Ignacia Rodulfo y López Gallo, una extraordinaria mujer que entregó su vida a la caridad cristiana, falleció un 21 de mayo de 1925 y ello significó el fin a su presencia física, pero -al mismo tiempo- marcó el inicio de su vida eterna, a través de su legado que hace 100 años lo viene manteniendo incólume la Fundación Ignacia, institución que ella misma la estructuró con gran visión para que su obra trascendiera en el tiempo y siga brindando ayuda social a los más necesitados.

ROMERÍA 

Por esta importante fecha, todo el personal de la Fundación Ignacia realizó una romería al cementerio Presbítero Maestro, donde hace un lustro descansan sus restos mortales, y allí no solo recordaron y honraron su vida y legado, sino que se comprometieron a seguir trabajando con probidad y gran sensibilidad social y religiosa para continuar con su obra, siguiendo el ejemplo de doña Ignacia. 

Le llevaron flores como una muestra de respeto y amor hacia doña Ignacia. Se realizó una paraliturgia y se encendió una llama, no solo como símbolo de esperanza y vida eterna de doña Ignacia, sino -sobre todo- como representación de lo que significa doña Ignacia para la fundación: luz y guía para continuar su obra con la misma pasión y entrega.

LEGADO VIVE EN LA FUNDACIÓN

En la ceremonia hizo uso de la palabra la presidenta de la Fundación Ignacia, Pilar Freitas, quien destacó a la vida de doña Ignacia Rodulfo entregada a la verdadera caridad cristiana, precisando que ella era una mujer de profunda religiosidad y firmes propósitos. 

Precisó que en un tiempo donde la filantropía existía (fines del siglo XIX e inicios del XX), su actividad caritativa fue de gran magnitud y una muestra sublime de su sentido de responsabilidad social, anclada en su fe inquebrantable. Además, su caridad no era ostentosa ni frívola; era discreta, práctica y, fundamentalmente, con una visión de futuro. 

 “No se limitó a la ayuda momentánea o asistencialista. Vio la necesidad de ir más allá, de sembrar para el desarrollo humano, enfocándose en la educación y la preparación laboral de las nuevas generaciones –especialmente huérfanos–, sin olvidar el apoyo esencial a los ancianos hasta el final de sus días. Esta mirada a largo plazo, este compromiso con el desarrollo integral de la persona, es una de las marcas indelebles de su legado”, destacó. 

Aseguró que el legado de doña Ignacia vive hoy en la misión que la Fundación Ignacia lleva adelante, precisando que el apoyo brindado a las instituciones beneficiarias se ha extendido más allá de las asignaciones monetarias, buscando la mejora permanente de la calidad de vida de poblaciones vulnerables atendidas, incluyendo alimentación, salud y demás necesidades, demostrando esa visión de desarrollo humano que tenía la fundadora.

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CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE DOÑA IGNACIA

Hoy conmemoramos cien años del tránsito a la eternidad de nuestra fundadora, doña Ignacia Rodufo y López Gallo, una mujer extraordinaria, cuya visión y generosidad sentaron las bases de la institución a la que dedicamos nuestro esfuerzo diario.

No es una fecha cualquiera, es el centenario de su fallecimiento, es un siglo desde que partió, pero también un siglo de vida para la obra que ella, con lúcida previsión y un corazón inmenso, decidió legar a la sociedad peruana.

Doña Ignacia Rodulfo fue una mujer de profunda religiosidad y firmes principios, criada en un ambiente familiar de compromiso social que se nutrió de la renovación católica de su tiempo. Vivió los vaivenes del Perú desde mediados del siglo XIX hasta inicios del XX, una época de profundas transformaciones, tensiones y también de hondas brechas sociales y crecimiento de la población vulnerable.

En ese contexto, donde el pensamiento liberal y a menudo anticlerical buscaba desplazar a la Iglesia de sus roles tradicionales en educación y asistencia, y donde las mujeres enfrentaban significativas limitaciones sociales y legales, la figura de Ignacia Rodulfo brilla con una luz singular.

No siguió las corrientes de la época que enfatizaban el libre pensamiento alejado de las prácticas religiosas; ella permaneció fiel a la ortodoxia católica. Pero su fe no era una práctica pasiva o meramente ritualista; era la encarnación de la verdadera esencia de la caridad cristiana, esa que el Redentor definió como el amor más grande, el de dar la vida por los hermanos.

En un tiempo donde la filantropía existía, su acto fue de gran magnitud y una muestra sublime de su sentido de responsabilidad social, anclada en su fe inquebrantable. Además, su caridad no era ostentosa ni frívola; era discreta, práctica y, fundamentalmente, con una visión de futuro.

No se limitó a la ayuda momentánea o asistencialista. Vio la necesidad de ir más allá, de sembrar para el desarrollo humano, enfocándose en la educación y la preparación laboral de las nuevas generaciones –especialmente huérfanos–, sin olvidar el apoyo esencial a los ancianos hasta el final de sus días. Esta mirada a largo plazo, este compromiso con el desarrollo integral de la persona, es una de las marcas indelebles de su legado.

Doña Ignacia comprendió la urgencia de una obra perdurable y tomó una decisión trascendental: instituir un testamento que daría origen a una fundación. El 9 de abril de 1925, un día antes de su partida a Europa, plasmó su voluntad, concibiendo una estructura que, desde el inicio, buscaba asegurar la sostenibilidad de su legado, impidiendo su dispersión o rapiña y garantizando que sus bienes generaran rentas para servir a los más vulnerables.

Así nació, en 1925, la institución que hoy orgullosamente lleva su nombre, la Fundación Ignacia. La tarea no ha sido fácil. La Fundación ha enfrentado innumerables desafíos: normativa injerencista, cuestiones directas con el Estado, como expropiaciones, invasiones de terrenos y las convulsiones propias de la dinámica política, económica y social del Perú y del mundo a lo largo del siglo XX, incluyendo crisis como la de 1929-1932, la Segunda Guerra Mundial o la crisis de los años ochenta.

Sin embargo, la Fundación Ignacia se ha mantenido firme porque en su esencia llevaba la fuerza de la voluntad fundadora y la prudencia con la que doña Ignacia diseñó su legado. Buscó evitar intereses políticos, requiriendo que quienes presidieran y conformaran la Junta fueran personas de probidad acreditada, creyentes, con sensibilidad social y religiosa, pero también con una clara visión de manejo económico que permitiera hacer rentables los bienes legados.

Esta combinación de mística de servicio, identificación profunda con los objetivos originales y una gestión financiera sólida ha sido el motor que permitió a la Fundación no solo sobrevivir a las crisis, sino crecer y adaptar su apoyo a las necesidades cambiantes.

El permanente autocontrol y el compromiso ético de sus directivos a lo largo del tiempo han sido fundamentales para su resiliencia y para mantener el rumbo trazado por doña Ignacia, evitando malos manejos.

El legado de doña Ignacia vive hoy en la misión que la Fundación lleva adelante. El apoyo brindado a las instituciones beneficiarias se ha extendido más allá de las asignaciones monetarias, buscando la mejora permanente de la calidad de vida de poblaciones vulnerables atendidas, incluyendo alimentación, salud y demás necesidades, demostrando esa visión de desarrollo humano que tenía la fundadora.

Hoy, al cumplirse cien años del fallecimiento de doña Ignacia Rodulfo, no solo miramos atrás con gratitud y admiración por su figura y su acto de filantropía singular. Celebramos también un siglo de vida fructífera de la Fundación Ignacia, un testimonio vivo de que la caridad verdadera, acompañada de una visión clara y una gestión comprometida, puede trascender el tiempo y las adversidades.

Que el espíritu de doña Ignacia Rodulfo nos siga inspirando y guiando por muchos años más. Gracias

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FUNDACIÓN IGNACIA FINANCIÓ CAMPAÑAS PREVENTIVAS PARA GARANTIZAR SALUD DE MÁS DE MEDIO MILLAR DE ADULTOS MAYORES

Continuando con el legado de nuestra fundadora doña Ignacia Rodulfo de elevar la calidad de vida de las poblaciones vulnerables necesitadas, la Fundación Ignacia financia anualmente campañas de prevención de la salud donde se realizan exámenes auxiliares a los adultos mayores y menores de edad beneficiarios con el fin de identificar a tiempo enfermedades o factores de riesgo y así establecer un tratamiento médico eficaz o hacer el seguimiento adecuado a las afecciones ya detectadas. 

A la fecha, se han desarrollado tres de estas campañas en el Albergue Canevaro, el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y el Hogar de Santa Teresa de Calcuta del Cusco. 

EXÁMENES PRACTICADOS 

En las dos primeras instituciones se atendieron a todos los albergados, es decir, 299 y 214 adultos mayores, respectivamente. En el hogar ubicado en la Ciudad Imperial se practicó los exámenes de laboratorio a 51 adultos y 17 niños, niñas y adolescentes. 

Los exámenes auxiliares realizados fueron: hemograma completo, pruebas de glucosa, úrea y creatinina, perfil hepático, perfil lipídico, perfil tiroideo, dosaje de vitamina B12 y antígeno prostático específico o PSA. 

La Fundación Ignacia financia estas campañas contratando los servicios de un laboratorio, cuyos profesionales de la salud acuden a los centros para la realización de los exámenes.   

Los resultados son entregados a los equipos de salud de las instituciones beneficiarias, quienes son los encargados de hacer las evaluaciones y toma de decisiones. Estas pruebas permiten identificar las enfermedades que padecen los adultos mayores y hacer el seguimiento o control de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, así como enfermedades renales y cardiovasculares, entre otras. 

COMPONENTE DESARROLLO DE LA SALUD 

Esta labor de la Fundación Ignacia se desarrolla a través del componente Desarrollo de la Salud, uno de los tres que forman parte de su programa de bienestar dirigido al adulto y adulto mayor en situación de vulnerabilidad. 

Con este componente se busca mejorar la salud integral de los adultos y adultos mayores, de acuerdo a su edad y condición física. Además de los servicios preventivos de salud integral también se subvenciona los servicios de salud física y mental (provistos con personal, medicamentos y equipos que garantizan un adecuado estado de salud integral), así como los servicios especializados externos de salud física o mental para acceder a un adecuado diagnóstico y tratamiento de salud.

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ENTREGAN “PREMIO IGNACIA” EN CEREMONIA POR CENTENARIO DE TESTAMENTO DE DOÑA IGNACIA

Durante las actividades organizadas para conmemorar los 100 años del testamento de doña Ignacia Rodulfo y López Gallo Vda. de Canevaro, se entregó el “Premio Ignacia” a cinco personalidades, dos de ellos póstumamente, en reconocimiento a la dedicación, esfuerzo y legado de quienes han trabajado incansablemente por el desarrollo de las personas, la caridad cristiana y la asistencia a los más necesitados.

La entrega la realizó la Fundación Ignacia en una ceremonia llevada a cabo en la antigua Casa Hacienda San Juan Grande, uno de los más relevantes bienes legados de doña Ignacia por su valor histórico y religioso. Previamente, se celebró una misa solemne oficiada en la Iglesia de este Monumento Histórico de la Nación, ubicado en el distrito de Santiago de Surco.

El primero en recibir el galardón fue el alcalde de la Municipalidad de Santiago de Surco, Carlos Bruce Montes de Oca, en reconocimiento a su trascendente contribución a los fines de la fundación, a través de la suscripción de un convenio con nuestra institución para la restauración del histórico inmueble, respetando su historia y naturaleza privada, asegurando su preservación y sostenibilidad en el tiempo, así como su rentabilidad para contribuir en las obras de bien de la institución.

Asimismo, se entregó el “Premio Ignacia” al Dr. Juan Carlos Valderrama Adriansén por su invaluable contribución a la institucionalidad de la Fundación Ignacia, destacando su trayectoria personal y profesional, siendo un defensor indoblegable de la autonomía y el carácter privado de la organización. “Su conocimiento y convicciones jurídicas y religiosas, enriquecieron la memoria histórica de la institución y contribuyeron eficazmente al cumplimiento de los objetivos fundacionales”, se destacó al entregarle el reconocimiento.

La Junta de Administración de la fundación también otorgó este galardón al Dr. Fernando Vidal Ramírez, en reconocimiento a su inquebrantable compromiso con la voluntad testamentaria de nuestra fundadora, ejerciendo la defensa de la fundación personalmente con verdadera convicción y compromiso ante autoridades y diversos foros.

PREMIOS PÓSTUMOS

En forma póstuma se entregó el “Premio Ignacia”, al jurista Manuel Augusto Olaechea, por su invaluable labor como abogado y albacea de doña Ignacia, instituyéndose la Fundación Ignacia con su intervención en 1925. Gracias a su visión, la voluntad de doña Ignacia perduró a lo largo de un siglo. La distinción fue recibida por el Dr. José Antonio Olaechea, Managing Partner del también centenario Estudio Olaechea.

De igual forma, se concedió este premio, póstumamente, a los hijos del Dr. Álvaro Chocano Marina por su destacada excelencia en el trabajo, su honestidad y transparencia inquebrantables, que constituyen un ejemplo a seguir. También se valoró su espíritu de desprendimiento, compromiso con la misión de la fundación y su dedicación ejemplar.

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