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ENTREGAN “PREMIO IGNACIA” EN CEREMONIA POR CENTENARIO DE TESTAMENTO DE DOÑA IGNACIA

Durante las actividades organizadas para conmemorar los 100 años del testamento de doña Ignacia Rodulfo y López Gallo Vda. de Canevaro, se entregó el “Premio Ignacia” a cinco personalidades, dos de ellos póstumamente, en reconocimiento a la dedicación, esfuerzo y legado de quienes han trabajado incansablemente por el desarrollo de las personas, la caridad cristiana y la asistencia a los más necesitados.

La entrega la realizó la Fundación Ignacia en una ceremonia llevada a cabo en la antigua Casa Hacienda San Juan Grande, uno de los más relevantes bienes legados de doña Ignacia por su valor histórico y religioso. Previamente, se celebró una misa solemne oficiada en la Iglesia de este Monumento Histórico de la Nación, ubicado en el distrito de Santiago de Surco.

El primero en recibir el galardón fue el alcalde de la Municipalidad de Santiago de Surco, Carlos Bruce Montes de Oca, en reconocimiento a su trascendente contribución a los fines de la fundación, a través de la suscripción de un convenio con nuestra institución para la restauración del histórico inmueble, respetando su historia y naturaleza privada, asegurando su preservación y sostenibilidad en el tiempo, así como su rentabilidad para contribuir en las obras de bien de la institución.

Asimismo, se entregó el “Premio Ignacia” al Dr. Juan Carlos Valderrama Adriansén por su invaluable contribución a la institucionalidad de la Fundación Ignacia, destacando su trayectoria personal y profesional, siendo un defensor indoblegable de la autonomía y el carácter privado de la organización. “Su conocimiento y convicciones jurídicas y religiosas, enriquecieron la memoria histórica de la institución y contribuyeron eficazmente al cumplimiento de los objetivos fundacionales”, se destacó al entregarle el reconocimiento.

La Junta de Administración de la fundación también otorgó este galardón al Dr. Fernando Vidal Ramírez, en reconocimiento a su inquebrantable compromiso con la voluntad testamentaria de nuestra fundadora, ejerciendo la defensa de la fundación personalmente con verdadera convicción y compromiso ante autoridades y diversos foros.

PREMIOS PÓSTUMOS

En forma póstuma se entregó el “Premio Ignacia”, al jurista Manuel Augusto Olaechea, por su invaluable labor como abogado y albacea de doña Ignacia, instituyéndose la Fundación Ignacia con su intervención en 1925. Gracias a su visión, la voluntad de doña Ignacia perduró a lo largo de un siglo. La distinción fue recibida por el Dr. José Antonio Olaechea, Managing Partner del también centenario Estudio Olaechea.

De igual forma, se concedió este premio, póstumamente, a los hijos del Dr. Álvaro Chocano Marina por su destacada excelencia en el trabajo, su honestidad y transparencia inquebrantables, que constituyen un ejemplo a seguir. También se valoró su espíritu de desprendimiento, compromiso con la misión de la fundación y su dedicación ejemplar.

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FUNDACIÓN IGNACIA RENUEVA COMPROMISO DE LA VOLUNTAD TESTAMENTARIA DE FUNDADORA

El 9 de abril de 1925, doña Ignacia Rodulfo y López Gallo Vda. de Canevaro dejó un legado que trascendería generaciones. Nos referimos a su testamento, en el que plasmó su deseo de destinar sus bienes a la asistencia y bienestar de los más necesitados, estableciendo así los cimientos de la Fundación Ignacia, una obra que, 100 años después, se ha erigido como una de las instituciones de ayuda social más importantes y antiguas del Perú.

Con ocasión de la conmemoración del centenario del testamento, la Fundación Ignacia renovó el cumplimiento de la voluntad testamentaria de la fundadora, reafirmando su responsabilidad de preservar su legado y continuar su labor con la misma dedicación y espíritu de servicio, trabajado incansablemente para preservar sus valores de caridad cristiana y servicio, tal cual lo viene realizando hace un siglo.

 DOCUMENTO NOTARIAL

Así como hace 100 años doña Ignacia suscribió su testamento ante el notario de la época Manuel R. Chepote, esta vez la Junta de Administración de la Fundación Ignacia hizo la renovación del compromiso testamentario, así como la ratificación de aceptación de cargo, ante la notaria María Mujica Barreda.

En este documento notarial la Fundación Ignacia reafirma que es una institución privada, de inspiración religiosa, católica, apostólica y romana, precisando que es una organización autogestionaria, que no percibe recursos de entidades públicas o privadas, nacionales, extranjeras o internacionales. Asimismo, puntualiza que es una institución que se autocontrola, a través de la auditoría de sus estados financieros a cargo de firmas auditoras de primer orden.

Reitera que la finalidad de la fundación es la realización de obras de caridad y beneficencia cristiana, y que las subvenciones para las obras se aprueban por la Junta, conforme a proyectos debidamente sustentados técnica y económicamente.

Como testigos de este compromiso de la Fundación Ignacia figuran representantes de las obras beneficiarias: la Iglesia de San Pedro, el Puericultorio Pérez Araníbar y el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

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FUNDACIÓN ENTREGA “PREMIO IGNACIA”

En el marco de la serie de actividades que se vienen realizando durante el año jubilar por la conmemoración de los 100 años de la Fundación Ignacia, dicho institución ha instaurado los “Premio Ignacia” para destacar, reconocer la dedicación, esfuerzo y legado de quienes han trabajado incansablemente por el desarrollo de las personas, la caridad cristiana y la asistencia a los más necesitados.

Precisamente, durante la presentación del libro “Ignacia Rodulfo y la Fundación Ignacia. Una vida de compromiso y una institución centenaria”, se entregaron los dos primeros “Premio Ignacia”.

El primero de ellos fue para el Deán emérito de la Catedral de Lima, monseñor Octavio Casaverde Marín, por su profundo compromiso con la misión religiosa de nuestra labor ha sido fundamental, así como su importante rol en hacer realidad la publicación del libro que hoy presentamos, contribuyendo así a la preservación y difusión de nuestro legado.

Asimismo, se le entregó al historiador Fernando Armas Asín, en reconocimiento a su invaluable labor de investigación y difusión histórica, rescatando la vida y el legado de Ignacia Rodulfo, cuya obra de caridad trasciende en el tiempo, inspirando a futuras generaciones.

PALABRAS DE MONSEÑOR CASAVERDE

En representación de monseñor Víctor Casaverde recibió el premio monseñor Víctor Solís Alfageme, miembro de la Junta de Administración de la fundación y actual Deán de la Catedral de Lima, quien leyó un mensaje del premiado.

En la misiva expresó su profunda admiración por el legado de fe cristiana de doña Ignacia destacando que ella, prácticamente, declaró como herederos de sus bienes a los pobres. Precisó que, para realizar esta ayuda, la señora Ignacia creó la fundación que, en los 100 años de su existencia, ha ejecutado y está ejecutando con fidelidad la voluntad de su fundadora.

“En los 15 años que tuve el honor y privilegio de participar en la junta, pude admirar y ver con mucho amor el trabajo de la fundación, que lo realiza con una ejemplar transparencia y amor a los pobres, lo cual hace que la fundación sea una extraordinaria institución benéfica y caritativa, siempre fiel a la voluntad de la fundadora”, remarcó.

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PRESENTAN LIBRO SOBRE VIDA Y LEGADO DE IGNACIA RODULFO Y LABOR DE LA FUNDACIÓN EN UN SIGLO DE EXISTENCIA

La capilla de la Penitenciaria de la Iglesia de San Pedro, en el centro de Lima, fue el escenario ideal para la presentación del libro “Ignacia Rodulfo y la Fundación Ignacia. Una vida de compromiso y una institución centenaria”, escrita por el historiador Fernando Armas Asín, donde el autor rinde homenaje a la vida y legado de nuestra fundadora, doña Ignacia Rodulfo y López Gallo, destacando su entrega a la caridad cristiana y la trascendencia de la fundación que creó hace una centuria.

La presentación de esta importante obra, convocada por la Junta de Administración de la Fundación Ignacia, forma parte de la serie de actividades conmemorativas que se desarrollarán durante el 2025 por los 100 años de nuestra institución.

La presidenta de la junta de administración, Dra. Pilar Freitas, indicó que, gracias a la investigación plasmada en este libro, ahora se puede conocer con claridad el carácter e importancia del legado de doña Ignacia, así como su impacto en el tiempo.

“Sus creencias y convicciones personales en torno a la caridad cristiana y el amor al prójimo, han permitido que la Fundación establezca sus sólidos principios y reglas éticas, como sus valores y postulados, guiando así su conducta y decisiones, adaptándolas a los tiempos cambiantes. Es así como se ha evolucionado permanentemente hacia la protección de los derechos de sus beneficiarios”, expresó.

Destacó, asimismo que este libro representa la materialización de un antiguo anhelo de la Fundación Ignacia, obra que coincide con la conmemoración de los 100 años de creación de la primera fundación existente en el Perú.

HABLA EL AUTOR

A su turno, el autor de la obra Fernando Armas Asín, señaló que la razón de ser de este libro es celebrar, por un lado, el centenario de la Fundación Ignacia y, por otro lado, conocer la historia de doña Ignacia Rodulfo, quien hizo posible la creación de esta novedosa institución en 1925, así como entender por qué ella continúa vigente.

“La Fundación Ignacia ha enfrentado muchas vicisitudes: crisis económicas nacionales y mundiales, la violencia política de fin del siglo XX, la acelerada urbanización del país, la política intervencionista del Estado, entre otras. Pero un siglo después continúa, fiel al mandato de su fundadora, cumpliendo en apoyar a niños, ancianos y enfermos de Lima y el Perú”, afirmó.

Anotó que la importancia del libro estriba en que es un texto que debe ayudar al autoconocimiento de la institución, a que la sociedad en su conjunto conozca a Ignacia Rodulfo y procuremos su idea: luchar por una sociedad mejor.

 PANELISTAS

Previamente, hicieron uso de la palabra los panelistas Fernando Portocarrero Suárez, profesor principal del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas, y miembro del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico; la doctora Margarita

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FUNDACIÓN ENTREGA “PREMIO IGNACIA”

En el marco de la serie de actividades que se vienen realizando durante el año jubilar por la conmemoración de los 100 años de la Fundación Ignacia, dicho institución ha instaurado los “Premio Ignacia” para destacar, reconocer la dedicación, esfuerzo y legado de quienes han trabajado incansablemente por el desarrollo de las personas, la caridad cristiana y la asistencia a los más necesitados. Precisamente, durante la presentación del libro “Ignacia Rodulfo y la Fundación Ignacia. Una vida de compromiso y una institución centenaria”, se entregaron los dos primeros “Premio Ignacia”. El primero de ellos fue para el Deán emérito de la Catedral de Lima, monseñor Octavio Casaverde Marín, por su profundo compromiso con la misión religiosa de nuestra labor ha sido fundamental, así como su importante rol en hacer realidad la publicación del libro que hoy presentamos, contribuyendo así a la preservación y difusión de nuestro legado. Asimismo, se le entregó al historiador Fernando Armas Asín, en reconocimiento a su invaluable labor de investigación y difusión histórica, rescatando la vida y el legado de Ignacia Rodulfo, cuya obra de caridad trasciende en el tiempo, inspirando a futuras generaciones. PALABRAS DE MONSEÑOR CASAVERDE En representación de monseñor Víctor Casaverde recibió el premio monseñor Víctor Solís Alfageme, miembro de la Junta de Administración de la fundación y actual Deán de la Catedral de Lima, quien leyó un mensaje del premiado. En la misiva expresó su profunda admiración por el legado de fe cristiana de doña Ignacia destacando que ella, prácticamente, declaró como herederos de sus bienes a los pobres. Precisó que, para realizar esta ayuda, la señora Ignacia creó la fundación que, en los 100 años de su existencia, ha ejecutado y está ejecutando con fidelidad la voluntad de su fundadora. “En los 15 años que tuve el honor y privilegio de participar en la junta, pude admirar y ver con mucho amor el trabajo de la fundación, que lo realiza con una ejemplar transparencia y amor a los pobres, lo cual hace que la fundación sea una extraordinaria institución benéfica y caritativa, siempre fiel a la voluntad de la fundadora”, remarcó.
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Fernando Armas. Ignacia Rodulfo y la Fundación Ignacia. Una vida de compromiso y una institución centenaria. Felipe Portocarrero Suárez

El libro que comentamos reconstruye de una manera prolija y sólidamente documentada el comportamiento altruista de una de las más destacadas mujeres filántropas peruanas. Una figura que hizo del compromiso social hacia los más vulnerables su principal propósito de vida: María Ignacia Francisca Rodulfo y López Gallo. Entre la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, período durante el cual se desarrolla su fecunda biografía, los valores religiosos del catolicismo hicieron que Ignacia encontrara en las prácticas caritativas y en la ayuda a los menos afortunados una forma de trascender las limitaciones de nuestra humana mortalidad. A la largo de cinco capítulos, Fernando Armas logra una notable contribución al poco explorado campo de la historiografía peruana referido al comportamiento altruista y a las prácticas filantrópicas inspirados en la religión católica.

El autor presenta una lograda síntesis biográfica de Ignacia Rodulfo, desde sus primeros años hasta su fallecimiento en París a los 75 años de edad, dejando su patrimonio al servicio de lo que había inspirado su dilatada vida: las obras de piedad y la beneficencia. Estamos frente a una singular dama católica, cuya discreta trayectoria vital se inscribe en el cuadro más amplio de los procesos políticos y sociales del Perú decimonónico, incluida la Guerra del Pacífico (1879-1893) que abatió y empobreció, con una dureza inusitada, la vida de los peruanos de la época. La reconstrucción de la vida de sus padres y hermanos, de sus dos matrimonios, de las redes familiares y de los debates acerca del papel de la Iglesia Católica en la sociedad, forman parte del bien logrado escenario histórico que nos presenta Fernando Armas.

Asimismo, concentra su atención en las cláusulas testamentarias que dieron origen a la creación de lo que con el correr del tiempo se convertiría en la centenaria Fundación Canevaro, la que, según se nos dice, fue un “adelanto práctico para su tiempo” (sic.). Las complejas regulaciones contenidas en los Códigos Civiles de 1852 y 1870 -y más adelante el de 1936 y el de 1984-, dan cuenta de los diversos obstáculos normativos y jurídicos que la voluntad póstuma de la finada hubo de sortear para plasmar su propósito de crear una fundación con hondas raíces religiosas. Particularmente interesante es el acápite dedicado a lo que podríamos llamar en términos modernos la gobernanza de la Junta, a la composición de sus miembros y a las no siempre fáciles relaciones con la burocracia del Estado, sobre todo en lo concerniente a materias tributarias.

Fernando Armas aborda la gestión económica a lo largo de un siglo de vida institucional de la Fundación Ignacia. Se trata de una sección abundante en información cuantitativa y en el análisis de los avatares que hubo de atravesar la institución a lo largo de varias décadas. Durante la segunda mitad de la década de los años veinte, la gestión económica y administrativa realizada por la Junta y el Banco de Perú y Londres tuvo como objetivo cumplir con la voluntad de la finada, e incluso se contrató a una consultora para revisar las cuentas de esta última entidad financiera y mejorar su desempeño financiero. La gran depresión de 1929 impactó duramente a la fuente de ingresos de la Fundación al generarse una disminución de entregas monetarias por parte de algunas empresas, acumularse deudas impagas por el alquiler de varios inmuebles, caídas en las rentas generadas por los fundos agrícolas y, en general, al impacto que la aguda recesión productiva generó en la economía peruana.

Superada la crisis económica (1929-1933), desde este último año y hasta inicios de 1950, las finanzas de la Fundación se estabilizaron y la gestión patrimonial rentabilizó mejor sus activos inmobiliarios y agrarios, no obstante la presencia de un bache producto del terremoto de 1940. Puede decirse que la Fundación se adaptó bien a los cambios que se estaban generando en Lima como resultado del proceso de urbanización que comenzaba a despegar, proceso cuya velocidad se volvería exponencial en las décadas siguientes. Los diversos gobiernos y alcaldes de Lima que se sucedieron durante los años posteriores produjeron que la Fundación experimentase una profunda transformación en su estructura patrimonial, tal como lo ilustran los casos de los fundos Mendoza y San Juan, cuyas vicisitudes dan cuenta de los turbulentos años transcurridos sobre todo durante la Junta Militar de Gobierno con las continuas expropiaciones de terrenos y los subsecuentes litigios judiciales. Transparencia en la gestión económica y buen criterio en la gestión financiera caracterizan, según el autor, estas décadas difíciles y complejas, pese a que hacia fines de 1978 la política de inversiones hubo de ser limitada para regresar a las subvenciones originales. Luego de unos años 80 inestables, los 90s lograron estabilizar y mejorar el desempeño de la Fundación. La presentación de gráficos con las estructuras de ingresos y gastos en diversos años ayuda al lector a tener una perspectiva comparada y clara de la evolución experimentada en la composición patrimonial.

La inclusión del capítulo cinco representa un acierto en el mejor sentido de la palabra. El autor encargó a la periodista Carmen Solari y a la economista Vanessa Cantoral, la elaboración de lo que denominan ‘vidas transformadas’, es decir, biografías de personas que fueron beneficiadas por la Fundación Ignacia. Se trata de personas que llegaron siendo niñas al Puericultorio Pérez Araníbar y que, con el cuidado de las hermanas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y el correr del tiempo, se convirtieron en ciudadanos de bien, profesionales competentes y empresarios exitosos. La galería de personajes es notable: Dionisia Guardia, economista y empresaria ayacuchana; Félix Cuadros productor musical huaralino; Guillermo Urbano empresario limeño; Jorge Zegarra, clavadista profesional limeño; Karen Estrada, profesora en educación especializada en lenguaje y audición; y, Lucy Briones, profesora cesante jaujina. Luego de la lectura de estas breves biografías se hace evidente el papel esencial que jugó la Fundación Ignacia en la transformación de sus vidas.

El libro, en su versión amplia, termina con la inclusión de la lista de 6 anexos que proporcionan un interesante material histórico poco conocido que sirve de base a la narrativa de los cinco capítulos previos. En resumen, nos encontramos frente un valioso trabajo de reconstrucción histórica acerca de Ignacia Francisca Rodulfo, una mujer notable cuyo sentido de la responsabilidad social, anclado en firmes convicciones católicas, ha dejado un legado trascendente en la historia de la filantropía en el Perú.

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PRESENTACIÓN DEL LIBRO IGNACIA RODULFO . Una vida de compromiso y una Institución Centenaria: y la Fundación Ignacia. Fernando Armas Asín.

Muy buenas noches: Señora Pilar Freitas Alvarado, Presidenta de la  Junta de Administración de la Fundación Ignacia,  señores miembros de la Junta Administradora, señoras y señores:

Es para mi un honor haber sido convocada para presentar un libro tan importante y singular, que bajo el título IGNACIA RODULFO . Una vida de compromiso y una Institución Centenaria: y la Fundación Ignacia, nos introduce al conocimiento de la labor social y religiosa que desarrolló Ignacia Rodulfo viuda del general César Canevaro, emparentada con las principales familias de la capital y poseedora de una de las más importantes fortunas entre finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, en la ciudad de Lima  La trascendencia de su obra dio origen a una Fundación  que ha cumplido cien años de existencia y que hoy toma el nombre que le corresponde: Fundación Ignacia.

El autor es el doctor Fernando Armas Asín, cuya trayectoria como historiador de temas religiosos, económicos y sociales, entre los siglos XIX y XX,  es ya bastante larga y fructífera. Nos presenta  el papel que ha jugado la Iglesia Católica  en la atención a los necesitados a través de la obra  de Ignacia Rodulfo, mujer que, como se puede ver en este texto, encarna la verdadera esencia de la caridad cristiana, entendida como expresión de la enseñanza del Redentor cuando dijo “No hay amor más grande que el de aquel que da la vida por sus hermanos”.

¿Qué es lo singular de Ignacia Rodulfo? Para entenderlo debemos trasladarnos a la segunda mitad del siglo XIX, cuando el pensamiento liberal, laicista y anticlerical afectó a todo Occidente y quiso reemplazar a la Iglesia Católica en la labor formativa de las nuevas generaciones en las escuelas y colegios, así como en las obras de asistencia social, para lo cual confiscó parte importante de los bienes que manejaba la Iglesia Católica a través de instituciones educativas, congregaciones religiosas, ayuda hospitalaria y otras obras de bien social, que el Estado pretendió asumir.

La mujer en este tiempo, de acuerdo al Código civil de 1852, tenía limitaciones para disponer de sus bienes, no podía administrar directamente su patrimonio, debía hacerlo a través de un varón de la familia, a pesar de lo cual ya ella estaba despertando y trataba de introducirse en la vida pública tanto intelectual, como de negocios, y más adelante política, pero se le consideraba menor de edad,[1] al igual que a los discapacitados. Este despertar se manifestaba en los salones literarios, de carácter netamente mundano y alejado de las prácticas religiosas, con un sello predominantemente anticlerical e imbuido de expresiones feministas, reivindicativas  de los derechos políticos  y sociales para la mujer.

A este relegamiento de la Iglesia Católica contribuyó en mucho la competencia de otras iglesias cristianas que  fueron autorizadas para abrir instituciones educativas, como fue el caso del colegio que es hoy María Alvarado[2] (Hihgt School). Estas confesiones alentaron la mayor libertad de las mujeres en cuanto a costumbres y libre pensamiento.

Este no fue el caso de Ignacia Rodulfo, como se ve a través de este texto. Ella se desenvolvió en un ambiente conservador, de principios firmes, tanto en materia política, como religiosa. Podríamos señalar que las posturas de las mujeres frente a la religión católica oscilaron entre tres actitudes: la primera fue la de quienes se declaraban librepensadoras como Clorinda Matto de Turner, Trinidad Enríquez, Teresa González de Fanning, Mercedes Cabello de Carbonera; un segundo grupo que, sin dejar de identificarse como católicas, manifestaban cierta frialdad religiosa, sería el caso de Zoila Aurora Cáceres; pero el tercer grupo en el cual ubicamos  a Ignacia Rodulfo y sus amistades  más cercanas mantenían su fidelidad a la ortodoxia Católica, apostólica y romana, y practicaban  la verdadera caridad, como el caso de Isabel Panizo, esposa de Enrique de la Riva-Agüero, ambos católicos practicantes del entorno de Ignacia.

Doña Ignacia no participó del feminismo británico o francés que hizo tanto hincapié en el libre pensamiento y la libertad total de la mujer, al estilo de Flora Tristán desde la primera mitad del siglo XIX. Tuvo si una marcada inclinación a la solución de los problemas sociales, porque vivió los años siguientes a la post guerra con Chile, cuando gran parte de la sociedad peruana sufrió la carestía, la escasez y, en muchos casos, la miseria, de allí que gracias a que gozaba de  bienes heredados de sus padres y de su primer esposo (Francisco Sal y Rosas) consideró una obligación, practicar el amor a los menos favorecidos y atender a las necesidades de su prójimo entre quienes contó tanto  a los más cercanos (familiares y amigos caídos en desgracia) como a los más lejanos, como podían ser quienes vivían en la otra orilla del río Rímac, ya que ambos precisaban dc su apoyo, aunque también dentro de la Lima cuadrada había muchos indigentes.

Hay algo más que distingue a esta dama, a diferencia de otras de su abolengo. Ella no se dejó llevar por el ambiente de frivolidad de los círculos sociales a los cuales pertenecía, porque no gustaba de los alardes de quienes contribuían a aliviar las necesidades de los menesterosos, pero haciendo ostentación de su generosidad. Tuvo también  un concepto de la ayuda social con proyección al futuro, es decir sobrepasó la labor puramente momentánea y asistencialista, para convertirla en un apoyo al desarrollo humano mediante la preparación de las nuevas generaciones en el ámbito laboral, a través de la educación, expresado en su respaldo a establecimientos para huérfanos, sin dejar de lado a los ancianos, a quienes apoyaba hasta su deceso.

El final del siglo XIX y los comienzos del XX nos enfrentan con arduos problemas sociales que son denunciados por el papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum, en la que trata de salvar la dignidad del trabajador alentando a los católicos a tomar conciencia de la situación y del papel que debía tener la Iglesia para mejorar la calidad de vida de los más necesitados. Cuestiona por igual al comunismo y al capitalismo para los cuales el trabajador pierde su valor como persona.

A raíz de los ataques a la Iglesia católica, en el Perú se realizó el primer congreso Católico, donde uno de los temas fue el social. La presencia de lo que empezaría a considerarse como la Doctrina Social de la Iglesia fue tratada en los círculos católicos más activos y debe haber hecho reflexionar a Ignacia Rodulfo sobre la urgencia de emprender una obra perdurable que realmente aliviase la vida de los desheredados.

Podemos decir que el establecimiento de una Fundación que manejase sus bienes de acuerdo a su voluntad de servicio a la sociedad fue el medio más adecuado para impedir que los fines de su legado pudieran distorsionarse, ya sea por intervención del Estado o de intereses particulares alejados de su espíritu de ayuda a los más vulnerables y a la Iglesia.

Las fundaciones llegaron a tener un estatus legal solo a partir del nuevo Código Civil de 1936, en el cual, como se ha señalado, se incluyeron también los derechos de la mujer para disponer libremente de su peculio. Así nació la Fundación Canevaro, hoy Fundación Ignacia que no solo se ha encargado de dar cumplimiento al testamento de esta benefactora, sino que  ha alcanzado su primer centenario de vida fructífera y puesto en práctica los anhelos de ayuda al prójimo y a la Iglesia encarnada en la Compañía de Jesús y la Iglesia de San Pedro,  al asumir los ideales de San Ignacio de ser soldados del Papa..

Doña Ignacia no fue una mística ni una intelectual, tampoco una lideresa política, fue si una mujer luchadora por sus ideales para mejorar la sociedad y, en especial a  los grupos más débiles: niños, ancianos, mujeres y quiso que la labor que ella inició fuera continuada por hombres y mujeres comprometidos con la Iglesia, de allí sus directivas para la conformación de la Junta que manejaría su legado. Buscó evitar la presencia de intereses políticos, para lo cual era necesario que accedieran a la Presidencia de la fundación personas probas, de sensibilidad social y religiosa y visión para los negocios.

Como se subraya en el texto, a través de un minucioso análisis de la estructura de la Junta que manejaría el patrimonio señalado en el testamento, la Directiva debería hacer rentables los bienes encomendados que comprendían tanto propiedades rústicas, como urbanas, asimismo las acciones mineras y demás pertenencias, incluidos muebles, joyas y otros objetos de valor, tarea nada sencilla dadas las distintas crisis nacionales y mundiales que se afrontaron durante todo el siglo XX.

En las directivas dejadas por Ignacia Rodulfo para asegurar la idoneidad de quienes presidirían la Junta se diseñó  el perfil de los elegidos que deberían ser de probidad acreditada, creyentes, con visión de hombres de negocios, que marchasen de acuerdo a los tiempos y que tuvieran fe en la labor que se les encomendaba.

La mirada histórica que trae este relato destaca como quienes han manejado la Fundación durante todo este siglo han realizado una obra continua que logró salvar crisis como la de 1929-1932, sobreponerse a la segunda guerra mundial, a la crisis de los años ochenta y llegar al siglo XXI en capacidad de ampliar la cobertura de instituciones a las cuales asignaban ayudas, permanentes unas veces y otras eventuales, tanto a instituciones, como a particulares venidos a menos, según los casos.

También cabe destacar que, a diferencia de otras instituciones, son muy escasas las circunstancias en las cuales se han presentad malos manejos incorrectos, dado el permanente auto control a través de auditorías internas. Encontramos en el funcionamiento de la institución una mística en el compromiso de los directivos tanto en el respeto de la voluntad  de la fundadora, cuanto en la identificación del presidente y en los miembros de la directiva, con los objetivos establecidos desde el inicio de la institución.

Consideramos importante subrayar como la mística desarrollada en la Fundación fue el motor que hizo posible la supervivencia y el crecimiento de la institución, así como la visión financiera para las inversiones y la elección de las asesorías para el éxito en el manejo de las diferentes negocios con los cuales pudieron aumentar sus capitales y extender las ayudas a las instituciones con las cuales han comprometido la asistencia no solo con asignaciones mensuales o anuales, sino en la mejora  permanente de la calidad de vida de los internos incluyendo alimentación, salud y demás necesidades., 

Otro aspecto que nos resalta el texto es el seguimiento del destino de las ayudas, tanto para que no desviasen de sus objetivos, cuanto para cubrir las mayores necesidades que pudieran estar sufriendo los beneficiados.

No quiero alargar más esta exposición, porque habría mucho que decir. Termino esta presentación  haciendo un reconocimiento a la fidelidad de quienes han manejado y manejan la fundación a  los propósitos de doña Ignacia. Y, algo más, los directivos, a través del movimiento financiera de estos bienes, han sido capaces de responder a los nuevos retos que se presentan en el mundo de hoy, sin desviarse de la importancia que tiene la Doctrina Social de la Iglesia en busca de una sociedad mejor.

El mejor testimonio de los logros alcanzados por la Fundación se reflejan en lo expresado por algunos de los beneficiados con la ayuda que han recibido, algunos desde la niñez hasta su inserción en el mundo laboral, por todo lo cual felicitamos y agradecemos los cien años de vida de la Fundación Ignacia y gracias también a sus directivos y al autor de la obra que nos introduce detalladamente en la historia de Ignacia y la Fundación.

Lima, 19 de marzo de 2025.

MGM


[1] Fueron arduas las discusiones en la comisión para la preparación del nuevo Código Civil, aprobado en 1936, según el cual ya la mujer deja de estar bajo la patria potestad de los varones y puede manejar su bienes sin el consentimiento de un tutor. Ya en la Constitución  de 1933 se le había dado el voto para las elecciones Municipales, aunque no fueron convocadas  hasta los años sesenta.
[2] María Alvarado fue una activista del feminismo a comienzos del siglo XX en el Perú  y librepensador.

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DOÑA IGNACIA, PIONERA DEL EMPODERAMIENTO DE LA MUJER EN EL PERÚ

Ignacia Rodulfo y López Gallo no solo se distinguió por practicar intensamente la caridad cristiana, brindar ayuda social a los más necesitados y visionariamente crear una institución (que luego sería la Fundación Ignacia) para preservar su obra en el tiempo, sino que su vida fue un ejemplo del empoderamiento de la mujer entre fines del siglo XIX e inicios del XX, época en que se desarrolló una intensa actividad feministas en el mundo en defensa de los derechos de la mujer. 

Es por ello que, con ocasión de conmemorarse este sábado 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer, la Fundación Ignacia destaca el papel de Doña Ignacia en la reivindicación de los derechos de la mujer en el Perú y su activa participación en las diferentes organizaciones lideradas por mujeres, dedicadas a realizar obras sociales, las que sumaron esfuerzos para atender a la población vulnerable de la Lima devastada tras la Guerra del Pacífico. 

En aquella época, la mujer estaba invisibilizada y se dedicaba solo a las labores del hogar, a procrear y cuidar a los hijos. Era el “Ángel del hogar” por su figura tierna y dulce, y dependía del padre o del esposo. No podía tomar decisiones, realizar compras, firmar contratos, ni siquiera vender sus propiedades adquiridas por herencia.

 UNA MUJER EMPODERADA 

Pero Doña Ignacia rompió los patrones del modelo de mujer en aquellos años. La ayuda social que brindó la hizo en forma discreta sin mayor figuración pública; fue una determinación de ella. También, tomó sus propias decisiones en la gestión de su patrimonio. Por ejemplo, incrementó sus propiedades comprando la hacienda San Juan y mandando a construir su casa entre la calle Washington y Paseo Colón, ambas administradas ahora por la Fundación Ignacia.

 Ella no solo preservó su fortuna, sino que la incrementó gracias a la gestión que llevó a cabo. Cabe mencionar que los recursos económicos de doña Ignacia eran destinados a la ayuda social que brindaba, especialmente a niños y niñas con problemas de audición y ceguera, mujeres vulnerables y adultos mayores enfermos o en abandono. 

A fines del siglo XIX e inicios del XX, en el Perú también surgieron grupos femeninos que exigían la igualdad de oportunidades y el respeto por los derechos de la mujer. Doña Ignacia apoyó algunos, como la Unión Católica de Señora, creada en 1888, la misma que -además de desarrollar obras sociales vinculadas a la labor misionera- participó en las polémicas por las leyes del matrimonio de no católicos (1897) y la tolerancia religiosa (1913-1915). Una de las hermanas de Ignacia fue parte de la directiva.

 Siempre estuvo vinculada a la labor de asistencia y caridad de las congregaciones de religiosas que, en aquellos años, empezaron a llegar al país, como las Hijas de la Caridad, del Sagrado Corazón, hermanitas de los Ancianos Desamparados. También apoyó a mujeres católicas que hacían obra social, como Juana Alarco de Dammert y su Sociedad Auxiliadora de la Infancia, que creó una escuela para niños de bajos recursos.

 

Por estos motivos es que la vida de doña Ignacia es de gran relevancia en la historia de la reivindicación de los derechos de la mujer en el Perú y la igualdad de oportunidades. Se le podría considerar como pionera en su tiempo ya que su ejemplo de vida y obra fue seguido por muchas mujeres de aquella época, quienes empezaron a darle otro sentido al papel de la mujer en el hogar, en el trabajo, así como en el desarrollo y conducción del país.

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LEGADO EN VIDA: ALCANCE SOCIAL DE LA OBRA DE IGNACIA

 

En las últimas décadas de su vida, entre fines del siglo XIX e inicios del XX, doña Ignacia Rodulfo y López Gallo sostuvo intensa actividad de caridad cristiana y compromiso con las personas más necesitadas de Lima, apoyando diversas obras benéficas en favor de niños, mujeres y adultos mayores en situación crítica.

Si bien su labor asistencial a las poblaciones vulnerables fue discreta, pero muy importante, marcó la diferencia con otras acciones similares del catolicismo social vigente en esos años, ya que buscó construir una obra perdurable y trascendental en el tiempo.

Por ejemplo, en su propiedad ubicada en la antigua calle Cocheras de San Sebastián del barrio de Monserrate (tercera cuadra del jirón Chancay del centro de Lima en la actualidad) funcionaba la Gota de Leche del Hospicio de la Recoleta y otras como Ropero Infantil y Cuna Maternal. Dicha finca también acogió a la Sociedad Auxiliadora de la Infancia, de la cual doña Ignacia formaba parte y participaba activamente.

Igualmente, apoyó a la Unión Católica de Señoras y a la Congregación de San Vicente Paul, que organizó la Asociación Pan de los Pobres, así como a otras instituciones religiosas y de laicos que desarrollaron causas sociales similares.

Su gran visión y deseo de la sostenibilidad de su labor social, la llevó a dejar sentada su voluntad en un testamento que suscribió poco tiempo antes de su muerte, el cual es el cimiento sobre el cual descansa hace 100 años la Fundación Ignacia, institución que ha mantenido vivo el espíritu de la fundadora, cumpliendo la labor encomendada.

Este legado en vida no solo estableció las pautas para que sus propiedades sigan generando recursos para apoyar a la población vulnerable beneficiaria, sino que dejó como herencia los valores, creencias y gran religiosidad de la fundadora que han sido mantenidas intactas.

COMPONENTES

A inicios del 2001, la Fundación Ignacia dio un giro en su gestión dándole un moderno enfoque empresarial en busca de la eficiencia del uso de los recursos para mejorar la labor social hacia los beneficiarios. Es así que en los últimos 20 años la ayuda no se limitó al apoyo económico a las instituciones, sino que desarrolló proyectos y programas destinados a elevar la calidad de vida de los niños, mujeres y adultos mayores albergados.

En la actualidad tiene implementado cuatro Componentes: Desarrollo Nutricional, Desarrollo de la Salud, Desarrollo de Capacidades y Desarrollo Socioambiental, que se aplican en forma transversal en todos los centros beneficiarios, cumpliendo eficazmente los deseos de la fundadora.

El compromiso de la Fundación Ignacia ha impulsado la creación de un sistema de monitoreo y evaluación de las subvenciones, permitiendo obtener resultados concretos, como la medición de la valoración nutricional de los beneficiarios.

 Además, se está dando atención a los casos de anemia en los menores del Puericultorio Pérez Araníbar, registrándose solo un menor afectado en el 2024. Asimismo, se está brindando atención a los casos de delgadez y sobrepeso en los adultos mayores del Albergue Canevaro y del Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, contribuyendo no solo a su bienestar físico, sino también al fortalecimiento de sus habilidades sociales.

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FUNDACIÓN IGNACIA APOYA ALIMENTACIÓN SANA Y NUTRITIVA DE BENEFICIARIOS

Para seguir sosteniendo en el tiempo las obras de caridad y beneficencia iniciadas hace un siglo por su fundadora Ignacia Rodulfo y López Gallo, la Fundación Ignacia realiza actualmente gran parte de su labor social a través de una serie de acciones que buscan mejorar la calidad de vida de la población beneficiaria, entre ellas las referidas a proveer alimentación saludable y nutritiva para preservar la salud y reducir los factores de riesgo de enfermedades recurrentes en niños y adultos mayores en condiciones de alto riesgo.

Doña Ignacia vivió una vida marcada por el catolicismo y respaldó activamente causas sociales, especialmente a través de la Unión Católica de Señoras y obras benéficas como Gota de Leche del Hospicio de la Recoleta, famoso por ayudar con leche a esta obra de caridad; o la Congregación de San Vicente Paul que organizó la Asociación Pan de los Pobres, para ayudar con alimentos. Uno de sus inmuebles, incluso, sirvió para atender a la Gota de Leche, Ropero Infantil y Cuna Maternal, y su casa acogió a la Sociedad Auxiliadora de la Infancia.

 Esta obra, que podríamos considerar en la actualidad como parte de un “programa de alimentos”, tuvo en su inicio una concepción asistencialista en su manejo, propio del siglo pasado. Sin embargo, para ser sostenible en el tiempo, tuvo que irse adecuando a las modernas concepciones ligadas a la promoción de mejora de la calidad de vida, seguimiento y monitoreo de la inversión social. 

COMPONENTE DESARROLLO NUTRICIONAL 

Es por ello que en la actualidad la Fundación Ignacia maneja el componente Desarrollo Nutricional de la Fundación, mediante el cual se aporta entre el 60% y 70% de la alimentación de las instituciones beneficiarias. En el caso de los centros de educación básica especial (CEBE) N° 7 “La Inmaculada” y N° 09 “San Francisco de Asís” el apoyo es al 100%. 

Gracias a este trabajo se está rebajando los índices de enfermedades, observándose la mejora y recuperación de la salud de los albergados, revirtiendo casos de desnutrición, así como de sobrepeso, obesidad, diabetes mellitus, entre otras enfermedades no trasmisibles. En el caso del Puericultorio Pérez Araníbar, el año 2024 se ha logrado reducir casi en su totalidad los casos de niños y niñas con anemia (el 99% no tiene esa enfermedad).

Cabe mencionar que el cambio a las modernas concepciones de la Fundación Ignacia en el tema de apoyo alimenticio se inició el 2005 con el Programa de Atención Directa de Alimentos. Luego se creó el Programa de Control y Vigilancia Nutricional y se realizó un estudio de investigación sobre la modificación de hábitos alimentarios y su impacto en adultos mayores con enfermedades con morbilidad no trasmisibles. 

La Fundación Ignacia apoya actualmente con la gestión y financiamiento de la compra y provisión de alimentos; en el caso de los adultos mayores también se les provee suplementos nutricionales. La ayuda para mejorar el estado nutricional y, por ende, la calidad de vida de los beneficiarios, también consideró en su oportunidad apoyar económicamente para la contratación de nutricionistas, remodelación y modernización del sistema de preparación de alimentos y compra de menaje de cocina para algunas instituciones beneficiarias, entre otras acciones.

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